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miércoles, 5 de septiembre de 2012

CONCILIO JUDIO 2ª PARTE

Mientras hablaban al pueblo, los principales sacerdotes, el jefe de la guardia del Templo y varios de los saduceos se presentaron ante ellos. Enojados porque Pedro y Juan estaban proclamando que Jesús se había levantado de los muertos, los arrestaron y los mantuvieron presos hasta el día siguiente. Pero a pesar de todo, muchos de los que oyeron el mensaje lo creyeron, y el número de los creyentes se elevó a cinco mil hombres.
Al siguiente día se reunió en Jerusalén el concilio de dirigentes judios. Entre los presentes se encontraba Ananias el sumo sacerdote, Caifás, Juan, Alejadro y todos los miembros de la familia pontifical.
Cuando los dos discipulos comparecieron ante ellos, les preguntaron:
-¿Quién les ha dado potestad o autoridad para hacer esto?
   Entonces Pedro, lleno del Espíritu Santo, les respondió:
 -Distinguidos dirigentes y ancianos de nuestra patria: Si se refieren al bien que les hicimos al lisiado y si desean saber cómo fue sanado, permítanme declarar ante ustedes y ante todo el pueblo de Israel que este hombre recibío la salud en el nombre y mediante el poder de Jesús de Nazaret, el Mesías, el hombre que ustedes crucificaron pero que Dios resucitó. Gracias a El este hombre está hoy aquí sano.
 "Jesús, el Mesías, es el que las Escrituras llaman "la piedra que rechazaron los edificadores, que se convirtió en cabeza de ángulo".
¡ En nigún otro hay salvación ! No hay otro nombre bajo el cielo que los hombres puedan invocar par salvarse.
  Ante la osadía de Pedro y Juan, quienes a todas luces carecían de instrucción profesional, los miembros del concilio se maravillaban y comprendía el alcance de la obra en que Jesús había realizado en ellos. Y no podían negar la curación de aquel hombre que estaba allí mismo de pie junto a ellos. Les ordenaron entonces que salieran de la reunión y continuaron discutiendo el caso.
  -¿ Qué vamos a hacer con estos hombres? - se preguntaban-. No podemos negar que han realizado un gran milagro, porque ya toda Jerusalén está enterada.
Pero quizás podamos evitar que lo sigan divulgando. Digámosle que si este hecho se repite, haremos caer sobre ellos el peso de la ley. Los llamaron, pues, y les ordenaron que no volvieran a hablar de Jesús. Mas Pedro y Juan respondieron:
  -Dígannos, ¿ preferirá Dios que los obedezcamos a ustedes antes que a El ? No podemos dejar de hablar de las maravillas que vimos realizar y que escuchamos junto a Jesús.
  Entonces los volvieron a amenazar, pero luego los soltaron. No hallaban la manera de castigarlos sin suscitar desórdenes, pues no había quien no estuviera alabando a Dios por el portentoso milagro de sanar a un hombre que había estado tullido cuarenta años.
                                                                              Hechos4: 1,22