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viernes, 25 de julio de 2014

EL PODER DE LA PALABRA 2ª parte

                      EL PODER DE LA PALABRA

CONTINACIÓN
Pero el mejor de todos fue Jesús. Él inyectó a la palabra un poder sobrenatural e inalcanzable para los demás, porque Él era ( y sigue siendo ) la PALABRA misma, el "logos" de Dios que se hizo carne y habitó entre nosotros, la expresión verbal y entendible del Padre. Sólo su Palabra salva a las personas y las transforma y por eso tiene que ser pronunciada, hablada, compartida, comunicada. De ahí la gran responsabilidad que tenemos.

Es curioso que Dios no quiso salvar al mundo con milagros, con puras emociones o alardes sobrenaturales, sino que "agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación"( 1ª  de Corintios 1: 21 ). Qué gran poder tiene la Palabra hablada y predicada: puede salvar personas.

Y ese es precisamente el motivo por el cuál hemos sido enviados como mensajeros. Nuestra responsabilidad cristiana no es impresionar a nadie con nuestro carácter, simpatía o talento, sino entregar un mensaje. Lo más grande y poderoso que tenemos no está en nuestros propios pensamientos, sino en los pensamientos de Dios, revelados en Jesús. Ese es el mensaje que nos fue entregado. No comunicarlo, no brillar en la oscuridad, no salar en medio de una sociedad necesitada de Dios, equivale a esconder el talento bajo tierra como aquel miserable de la parábola.

Lo que Dios te ha entregado es mucho más poderoso de lo que imaginas. No puedes ocultarlo. Una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. No te conformes con disfrutar la nueva vida en Cristo. Pasala. Que se te note. Comunícate. Existen a diario mil maneras y oportunidades para hacerlo. Y Jesús, la Palabra hecha carne, está contigo y te capacita para ello.
        Boletín de la iglesia Salem de Madrid  

viernes, 18 de julio de 2014

EL PODER DE LA PALABRA 1ª parte

 
                   EL PODER DE LA PALABRA   
Los biólogos dicen que el ser humano es un " animal racional." Con ello quieren dar a entender que el hombre se distingue y sitúa por encima del resto de los seres vivos por su inteligencia, o dicho de otra forma, por su capacidad de razonar. Y una de las manifestaciones más evidentes del razonamiento humano es el lenguaje. Se conocen alrededor de 6.000 idiomas y dialectos en el mundo, a través de los cuáles se comunican diferentes personas.

Para los cristianos se trata de mucho más que una diferencia con los animales. El lenguaje es el gran regalo que Dios nos ha dado, la capacidad no sólo de pensar, sino de expresar nuestros pensamientos en sonidos coherentes para aquellos que nos rodean.
Qué gran regalo y, al mismo tiempo, qué gran responsabilidad. Cuando estudiamos la historia nos damos cuenta de que las personas más poderosas e influyentes siempre han manejado las palabras con maestría, ya fuera para bien o para mal.

Martín Luther King  fue un orador sobresaliente que motivó a toda una generación para luchar pacíficamente contra la esclavitud humana, y transformó las leyes de un país, consiguiendo su objetivo. Pero Adol Hitler también consiguió el suyo arengando a las masas con una capacidad oratoria fuera de lo normal, hasta inflamar sus egos y embarcarles en una de las aventuras más disparatadas y criminales de la historia. Lo mismo podríamos decir de Gandhi, Napoleón, Churchill, Kennedy, Mandela, etc.
            Boletín de la iglesia Salem de Madrid