Se ha dicho que el hombre que aspira a dirigir una iglesia, tiene aspiración noble. Es cierto. Sin embargo, es necesario que tal persona viva irreprochablemente. Ha de tener una sola esposa, y debe ser trabajador, serio, juicioso y respetable.
Ha de estar siempre dispuesto a hospedar gente en su casa, y debe saber enseñar. No ha de ser bebedor ni pendenciero, sino amable, bondadoso y sin inclinación al dinero.
Ha de tener una familia modelo cuyos hijos obedezcan presta y silenciosamente; porque mal puede gobernar la iglesia quien no puede guiar a su propia familia.
El que dirige una iglesia no puede ser muy nuevo en el cristianismo, porque corre el riesgo de enorgullecerse, y el orgullo es siempre presagio de caida. ( Recuerden lo que le sucedio a Satanás.) Debe tener buena reputación entre los que no son cristianos, para que Satanás no le tienda una red de acusaciones que le impida conducir el rebaño.
Los diáconos, de igual manera, deben ser individuos respetables y veracez; no han de ser dados a la bebida ni a los negocios sucios.
Han de ser fervierten seguidores de Cristo, la fuente misteriosa de su fe.
Antes de que se les nombre diáconos deben encargarles ciertos trabajos en la iglesia para ver si en verdad tienen aptitudes para el diaconado. Sus esposas han de ser dignas, no dada a la bebida ni al chisme, y si sobrias y fieles en todo lo que hacen.
Cada diácono ha de tener una sola esposa, y ha de saber gobernar a su familia. Porque los que ejercen bien el diaconado no sólo se ganan el respeto de los demás sino que desarrollan un alto grado de confianza y valor en la proclamación de su fe en el Señor.
1ª DE TIMOTEO 3:1,13
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